Opinión | Raúl García Araujo – En Corto | Adiós a la SCJN dorada
Culmina toda una vida de la Suprema Corte de Justicia de la Nación…
Por Raúl García Araujo
(…) de resoluciones hechas a la medida de los poderosos, de dictámenes por consigna para favorecer al presidente en turno, de burocracia dorada que vivió de espaldas al pueblo. Se apaga una época de privilegios insultantes.
Empieza ahora una nueva era para sus integrantes salientes, once ministros que regresarán a una vida terrenal, donde deberán pagar sus propios gastos, sus comidas, sus viajes, su gasolina, sin el séquito ni la parafernalia que por años los rodeó en su reino de opulencia.
La debacle de la Corte comenzó con la errática conducción de su presidente, Norma Piña Hernández, quien, cerrada a escuchar al pueblo, se atrincheró en la soberbia y terminó entregando el Poder Judicial en bandeja de plata. Creyó que la institución era intocable, que los ministros eran intocables, y lo único que consiguió fue acelerar el derrumbe.
Piña tuvo en sus manos la posibilidad histórica de impulsar la más grande reforma judicial de nuestra vida pública. Prefirió mirar hacia otro lado. Fue Andrés Manuel López Obrador quien tomó la bandera y, con el respaldo popular, la convirtió en una Reforma Judicial que ya es irreversible.
La presidente de la Corte apostó a desafiar al Ejecutivo y perdió. Pensó que con gestos de desdén, como negarse a ponerse de pie en Querétaro en la ceremonia constitucional; con promesas vacías, como el supuesto destino de los fideicomisos para los damnificados de Acapulco; o con el silencio cómplice de sus ministros frente a los llamados de autorregulación, bastaba para contener la marea. Pero en realidad lo único que hacía era cavar la tumba del Poder Judicial.
Y a la par, desde dentro, Arturo Zaldívar se encargó de dinamitar lo que quedaba de su autoridad, mientras desde las mañaneras se exhibían sus contradicciones, excesos y privilegios. Lo que derrumbó a Piña no fue solo la fuerza del Ejecutivo, sino su propia incapacidad política.
Hoy Norma Piña será recordada como la presidente que permitió la demolición de la Suprema Corte. La que, en lugar de defender la institución, la arrastró a la peor crisis de su historia, dejando abandonados a miles de trabajadores honestos y al descubierto la corrupción de quienes convirtieron al Poder Judicial en un negocio familiar.
Su legado no es de independencia ni de dignidad, sino de claudicación. Pasará a la historia no como la mujer que reformó la justicia, sino como la ministra que selló la rendición del Poder Judicial ante el pueblo organizado.
Y ese es el punto central: no fue López Obrador quien derrotó a la Corte. Fue el pueblo de México, cansado de jueces corruptos, ministros de lujo y sentencias al servicio del dinero. La gente decidió que la justicia no puede seguir siendo privilegio de unos cuantos.
Norma Piña podrá decir que será la historia la que la juzgue. Pero el juicio ya está dictado: su nombre quedará marcado como el de la presidente que dejó morir a la Corte, que dejó sin defensa a su propio poder y que abrió paso a una nueva justicia popular que ya no se detendrá.
En Cortito
No hay que perder de vista lo que ocurre dentro de Morena, donde los excesos y extravagancias de sus líderes, diputados y senadores están ahogando el discurso de austeridad que tanto pregonó su máximo líder, Andrés Manuel López Obrador.
Los morenistas dejaron de predicar con el ejemplo. Sin la férrea presencia y control de López Obrador, comenzaron a mostrar su verdadero rostro: intereses personales, privilegios y una ambición desmedida que choca con los principios que alguna vez defendieron. El maquillaje del partido se cae y, con él, la credibilidad ante el electorado.
La prueba de fuego para Morena recaerá sobre Luisa María Alcalde y su capacidad de mantener la cohesión y disciplina dentro del partido. Será un examen ineludible: demostrar que Morena puede sostener su proyecto político más allá de la figura del ex presidente o sucumbir ante los intereses individuales de quienes hoy gobiernan bajo la sombra del poder.
Si no se actúa con firmeza, el mensaje será claro: sin López Obrador, Morena no solo pierde la moral, sino también la conexión con la gente que alguna vez confió en él. Y esa lección, inevitablemente, se reflejará en las urnas.
Periodista mexicano | Twitter @araujogar
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