Más vale una buena Comunicación. Escuchar al pueblo: la medida más revolucionaria.
Por Yahily Hernández Porto – Adaptación para Futuro mi Cuba
He seguido con atención las publicaciones del colega Ricardo Ronquillo Bello, presidente nacional de la Unión de Periodistas de Cuba, así como la de Eduardo López Leyva, amigo entrañable. Coincido plenamente con ambos, y sus opiniones me resultan tan pertinentes como necesarias en el contexto que vivimos. Sin embargo, me permito añadir una visión puntual que no debería pasarse por alto:
✔️Si falla la comunicación con el pueblo, lamentablemente, falla la Revolución.
En ese sentido, la reflexión de Ronquillo sobre los encuentros entre ejecutivos de ETECSA, líderes de la FEU y de la Unión de Jóvenes Comunistas cobra particular relevancia. La presidenta de esta importante empresa estatal reconoció, en reciente comparecencia televisiva, el valor de esos diálogos, sobre todo con estudiantes de la Facultad de Comunicación.
Y es que resulta esencial que una empresa pública socialista –encargada de servicios estratégicos y sensibles– tome sus decisiones en coherencia con su naturaleza y las debata con el pueblo desde la honestidad, la empatía y la transparencia.
De esos intercambios, como se anunció, saldrán ajustes a las medidas recientemente comunicadas, atendiendo criterios, dudas e inconformidades. Pero más allá de lo puntual, lo urgente es que logremos fortalecer una institucionalidad revolucionaria sensible, más cercana al pueblo y consciente de las desigualdades y dolores que lo atraviesan. Urge una democracia socialista más abierta y deliberativa, que consolide unidad y consenso ante quienes, desde la mezquindad, pretenden aprovechar nuestros errores para socavar el proyecto.
✔️Como nos enseñaron Fidel y Raúl: hay que tener pegados los oídos, los pies, el cuerpo y hasta el alma a la tierra. Y cuando decimos «tierra», hablamos del pueblo.
Porque en Cuba, cuando una medida afecta a muchos, esa decisión debe pasar por el tamiz del soberano. Así lo demuestran experiencias ejemplares como la construcción participativa de la Constitución, el Código de las Familias o las políticas sobre infancia y juventudes.
🫵 Las decisiones apresuradas, tomadas sin tener en cuenta el pensamiento colectivo, pueden hacer más daño que beneficio. Y si bien de los errores se aprende, también es cierto que las transformaciones solo triunfan desde la unidad.
Recordemos que las medidas de impacto masivo no pueden estar en manos ajenas al proyecto revolucionario ni nacidas al margen de su esencia: la sensibilidad humana. El costo político de actuar desconectados de los humildes, en medio de las múltiples resistencias que enfrenta nuestra nación, sería demasiado alto.
Y cierro con una máxima de nuestros abuelos:
“De buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno… o peor aún, hacia el Imperio.”