¿Por qué algunas mujeres quieren volver a la sombra? Una reflexión sobre el «papel ideal» de los años 50
Cuando el pasado vuelve como tendencia
Una mujer de los años 50 mostrando un refrigerador Frigidaire, simbolizando los roles domésticos de la época.
Hace poco me topé con un artículo de la revista Selecciones de los años 50 que me dejó completamente desconcertada. Ya saben cómo soy con estos temas que tocan los roles de género, no puedo evitar detenerme a analizarlos. El título era «El mejor papel de la mujer» y desde las primeras líneas ya sabía que venía contenido fuerte.
El artículo comenzaba de una manera que hoy nos parecería completamente anticuada: «Aún en estos días de tanto modernismo, abundan las mujeres que creen que su mejor aportación en la vida está en el matrimonio y en identificarse con las actividades creadoras del marido». Básicamente, estaban diciendo que lo máximo que podía aspirar una mujer era ser la sombra perfecta de su esposo.
La «profesión» de ser esposa según los años 50
Análisis del artículo ‘El mejor papel de la mujer’ que describe las expectativas y sacrificios de las mujeres en los años 50.
Lo que más me impactó fue cómo presentaban la idea de que «ser buena esposa es de por sí mismo una profesión». Según este artículo, una esposa exitosa debía combinar las habilidades de una diplomática, una mujer de negocios, una cocinera experta, una enfermera experimentada, una maestra de escuela, una política y una mujer seductora. ¡Todo eso en una sola persona!
Retrato de Emma Darwin, esposa del célebre científico Charles Darwin, que ejemplifica el ideal de mujer del siglo XIX según el artículo.
Para respaldar su punto, mencionaban ejemplos de mujeres «exitosas» en este papel. Emma Darwin, esposa del famoso científico Charles Darwin, era presentada como el modelo perfecto. Ella se encargaba de administrar todos los ingresos familiares, criaba a los hijos, protegía a su marido de cualquier interrupción que pudiera afectar su trabajo científico y, por si fuera poco, le dio diez hijos. Tres de esos hijos llegaron a recibir el título de Sir, como si ese fuera el mayor logro de Emma.
Retrato de una mujer con atuendo oscuro, sentada con una postura digna, acompañada de un busto en la mesa a su lado.
También destacaban a Madame Pasteur, quien enfrentó la muerte de dos de sus hijos por fiebre tifoidea mientras apoyaba incondicionalmente la carrera de su esposo. Estas historias se presentaban como ejemplos inspiradores de lo que debía ser una mujer «completa».
La triste conclusión que lo dice todo
Pero aquí viene la parte que realmente me revolvió el estómago. Después de elogiar a estas mujeres por toda su dedicación, sacrificio y habilidades múltiples, el artículo concluía con esta reflexión devastadora: «Es natural y cabe esperar que así suceda, que los nombres de tales mujeres no lleguen a ser conocidos más allá del círculo de la familia y de los amigos íntimos, salvo que algunos de los maridos se hagan célebres. Como tipo genérico, sin embargo, esas mujeres forman la gran mayoría y representan la espina dorsal de nuestra civilización».
¿Se dan cuenta de lo que estaban diciendo? Que era completamente normal y esperado que estas mujeres, con todas sus capacidades y sacrificios, permanecieran en el anonimato total. Su única posibilidad de ser recordadas dependía completamente de que sus maridos se volvieran famosos. Ellas mismas, como individuos, simplemente no importaban lo suficiente para ser reconocidas.
¿Por qué algunas quieren regresar a esto?
Lo que realmente me desconcierta es que, en pleno 2025, hay mujeres que ven este modelo como algo deseable. Están pidiendo volver a un sistema donde tenías que ser una especie de superhéroe doméstico: administradora financiera, educadora, enfermera, diplomática, cocinera gourmet y pareja perfecta, todo al mismo tiempo, pero sin esperar reconocimiento alguno por ello.
Este fenómeno me hace reflexionar sobre las presiones actuales que enfrentamos las mujeres. Tal vez para algunas, la idea de tener un rol claramente definido, aunque sea limitante, parece más sencilla que navegar las expectativas contradictorias del mundo moderno. Hoy se espera que seamos exitosas profesionalmente, madres perfectas, parejas comprensivas y que mantengamos todo bajo control sin mostrar signos de agotamiento.
La realidad detrás del ideal romántico
Pero romantizar esa época significa ignorar la realidad de lo que implicaba. Significa aceptar que tu valor como persona dependía completamente de qué tan bien pudieras servir a otros, sin derecho a tus propias ambiciones, sueños o reconocimiento. Significa normalizar la idea de que las mujeres son naturalmente sacrificables, que su realización personal debe venir exclusivamente a través de los logros de otros.
Las mujeres de los años 50 no tenían menos capacidades que nosotras hoy. Emma Darwin claramente tenía habilidades administrativas y organizacionales extraordinarias. Madame Pasteur demostró una fortaleza emocional y una capacidad de apoyo que cualquier empresa valoraría hoy en día. Pero el sistema de su época las condenaba a usar todos esos talentos únicamente en función de hacer brillar a sus maridos.
Cuando algunas rompieron el molde
Por eso es que Lucille Ball es mi absoluta favorita de esa época. Mientras el artículo de Selecciones promovía el ideal de la mujer sombra, Lucy estaba por ahí rompiendo todos los esquemas imaginables. No solo fue actriz, sino que se convirtió en productora de su propia casa productora, Desilu Productions. Imagínense: en plenos años 50, cuando se esperaba que las mujeres fueran invisibles, ella estaba dirigiendo un imperio televisivo.
Y aquí viene lo más increíble: gracias a las decisiones empresariales de Lucille Ball es que hoy existe Star Trek. Su compañía fue la que decidió producir la serie cuando otras cadenas la rechazaron. Ella no fue la sombra de su marido Desi Arnaz, al contrario, muchas veces fue ella quien tomó las decisiones más arriesgadas e inteligentes del negocio.
Reescribiendo la narrativa
Lo que deberíamos rescatar de estas historias no es el modelo de la mujer sacrificial, sino el reconocimiento de que estas mujeres tenían talentos increíbles que merecían ser celebrados por sí mismos. Emma Darwin no debería ser recordada solo como «la esposa que permitió que Darwin trabajara», sino como una administradora brillante, madre dedicada y organizadora excepcional que logró todo eso en una época que no le daba ninguna de las herramientas que tenemos hoy.
Lucille Ball nos demuestra que incluso en esa época restrictiva, algunas mujeres encontraron la manera de brillar con luz propia y cambiar la industria para siempre.
La verdadera evolución no está en regresar a roles limitantes, sino en crear un mundo donde las mujeres puedan elegir genuinamente cómo quieren contribuir a la sociedad, ya sea como científicas, madres, empresarias, artistas, o cualquier combinación que deseen, y recibir el reconocimiento que merecen por sus propios logros.
Tu turno de reflexionar
Esta conversación sobre los roles de género y las expectativas sociales está lejos de terminar. ¿Qué opinas tú sobre esta nostalgia por los años 50? ¿Crees que realmente era más simple o solo estamos idealizando una época que conocemos poco? ¿Has notado esta tendencia entre mujeres de tu entorno?
Comparte tu perspectiva en los comentarios y platiquemos sobre cómo podemos honrar las contribuciones de las mujeres del pasado sin romantizar sistemas que las limitaban. Si este tema te interesó, quédate atenta porque seguiré explorando cómo los ideales del pasado influyen en las decisiones que tomamos hoy.
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