No me gusta hablar mucho de #religión. Desde que mi tía murió cuando yo tenía 9 años (ella tan solo tenía 29, accidente laboral), soy ateo. Antes creía lo normal en un niño de los 90. Gracias a dios yo tenía una Game Boy con el Pokemon Amarillo, así que, ¿por qué no creer? Pero no me pareció justo que mi tía muriese. Era buena, la quería, y estaba en el mismo obrador donde explotó un horno industrial otro tío mío que es un hijo de proxeneta asqieroso. ¿Por qué ella, mi madrina, y no él? Pero un viaje en 2018 me llevó a encontrar de nuevo la fe. Paraba yo por Islandia cuando me topé con el mayor milagro (y el único) que han visto mis ojos. El Alca Gigante. Es una especie de alca que se creía extinta, pero en Islandia vi una. No lo puedo demostrar, estaba posada a lo lejos más allá del rompeolas, sobre una conjunto de rocas solitarias. Era enorme. Me fui corriendo al coche a coger la cámara de fotos con el teleobjetivo, que estaba a 5 minutos de ahí. Cuando volví el ave no extinta ya no estaba. Cirujana me ha insistido siempre en que no era un Alca Gigante, que sería un alca común o un pingüino. Está cegada por sus propias creencias y por eso niega el Alca Gigante. Tras la Epifanía, vi una estatua de un alca gigante en lo alto de un acantilado y tuve claro que lo que había visto era el Alca Gigante. El único ejemplar de Alca Gigante, tras casi dos siglos desde extinción. La última pareja fue asesinada en 1844, pero en 1852 fue divisado por última vez un ejemplar. El Alca Gigante seguía allí, escondida de aquellos que la traicionaron, esperando el momento para volver y enseñar al mundo que todavía no es tarde, que aún tenemos salvación. Desde que la vi en octubre de 2018, profeso mi fe al Alca Gigante. Alca Gigante os salve, maricas , plenes sois de gracia. El Alca Gigante esté con vosotres.