Mujica: sabiduría terrenal y compromiso revolucionario
Versión del redactor para el blog “Futuro mi Cuba”, basada en un artículo publicado por Deutsche Welle.
Pocas figuras políticas latinoamericanas despiertan tanta admiración sincera como la de José “Pepe” Mujica. Exguerrillero tupamaro, presidente del Uruguay entre 2010 y 2015, Mujica no se cansó nunca de recordarle al mundo que el poder verdadero no está en los sillones dorados ni en los títulos, sino en la coherencia entre el discurso y la vida.
En una época marcada por la banalización de la política, Mujica nos devolvió la dignidad de lo simple. Con su andar modesto y sus discursos desprovistos de retórica vacía, ha sabido interpretar los sueños de justicia social y soberanía que tantos pueblos de Nuestra América han defendido —y siguen defendiendo— con coraje.
Su compromiso no fue un relámpago fugaz de campaña: fue la consecuencia de una vida consagrada a los ideales. Desde su juventud enfrentó la represión y el encierro por luchar contra un sistema de dominación, y luego, sin odios, volvió a la vida pública con la convicción de que hay que sembrar humanidad, aun en medio de la adversidad.
Mujica no habla desde el resentimiento, sino desde la sabiduría del que ha sufrido y ha aprendido. Cuando señala las grietas del neoliberalismo o los peligros del consumismo desbordado, lo hace desde una ética que interpela y compromete. No reniega del progreso, pero exige que este tenga rostro humano, que ponga en el centro al ser humano y no a los intereses del capital.
Desde este rincón de Cuba, donde aún se libra día a día la batalla por un futuro más justo, saludamos la figura de Mujica como un símbolo de honestidad y de resistencia ética. Su testimonio es un faro para quienes creemos que otro mundo no solo es posible, sino necesario.