En la noche enmarco las estrellas, que para algo hice cavar en las paredes esas ventanas altas y anchas que me hacen olvidar las mezquinas saeteras que la casa tenía a mi llegada. Ahí se ven como en un estuche, agujeros de un tejido desafiante y altivo como el manto del conquistador. Pero no se crea que pienso en ellas como alhajas o como trofeos; no se crea que pienso en ellas; no se crea que pienso. Una vez atrapadas no hace falta pensar.
(Angélica Gorodischer, Doquier)