Me quedo pensando en cuántas veces he escrito en las redes sociales indignado, frustrado o simplemente cabreado. Esas sensaciones son como un virus, que puede extenderse a otras personas que me leen. Y no está bien.
Para que otra realidad sea posible, también debo cambiar eso. No se trata de enmascarar la realidad, sino de ser capaz de extraer lo mejor, y hablar, escribir, pensar y sentir lo bueno de las cosas.
Curarme a mí del virus de la falta de esperanza, curar a otros, y juntos curar el mundo.