231- A todo Vitesse
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El título de hoy suena a programa del motor -incluso con toque narcisista-, al haber aprovechado para sustituir “velocidad”, por su equivalente en francés. Pero es un simple juego de palabras, un recurso para sintetizar una situación, de la que te voy a hablar a continuación.
Photo by Tommy Lopez on
Pexels.com Hola que tal ¿Cómo estás? Soy Carlos Vitesse y te doy la bienvenida a una nueva entrega de Bitácora Mental.
Hace unos cuarenta años, recuerdo que por donde vivía en aquellos tiempos, había un programa de radio -temprano por la mañana-, que se llamaba “Velocidad”. Así lo habían denominado, inequívocamente en busca de transmitir la idea de su dinamismo, e iba de periodismo, actualidad, y todas esas cosas que la radio nos lleva entregando desde toda la vida a través de las ondas hertzianas, a aquellos que la sintonizamos en el comienzo de la jornada, para saber como ha amanecido el país, el mundo, pero también como va evolucionando todo durante el día. Y si bien el programa tenía su ritmo, probablemente hoy sería visto como, en cámara lenta.
Y no digo que la radio de hace cuatro décadas sea hoy obsoleta -y no me refiero a las cuestiones técnicas-, lo hago en cuanto a la forma de tratar y hacer llegar la información al oyente, porque la realidad es que en muchos aspectos, los programas matinales actuales, no es que hayan cambiado mucho. Sin duda la tecnología les ha dado nuevas armas, pero sus pilares, y las necesidades del oyente que busca informarse en el inicio de su jornada, son mas o menos las mismas. Lo que sí tenemos que reconocer, es que la forma de consumo, -y el tiempo de escucha-, ha cambiado mucho.
Retener audiencias hoy es harto complicado para todos, -incluso en el caso de los profesionales-, porque el público ha diversificado sus gustos, incentivado por una abanico de propuestas, que merecerían días de 48 horas.
Radio, podcast, streaming, vídeos, redes sociales, y mas cosas que hoy se disputan la atención diaria de millones de personas, y que intentan robarle al otro ese tiempo, que como dice el dicho “es oro”. Porque mas allá de las frases hechas, no existe ninguna duda de que el tiempo es dinero, y de esa atención viven todos aquellos que sostienen el sistema, plataforma, medio, o lo que sea a través de lo cual te llega un contenido que consumes.
Para todo se necesita dinero, directa o indirectamente. Y tanto a nivel amateur o profesional, no hay nada sostenible sin el vil metal, porque entre otras cosas, seguimos teniendo la costumbre de querer comer varias veces al día. Por tanto, gratis solo queda el discurso a pulmón en la plaza del pueblo, pero hoy su repercusión es tan baja, que ni se intenta. Y para cualquier alternativa, necesitas servirte de tecnología y los medios necesarios para llegar a donde quieras llegar, lo que inevitablemente antes o después, pasa por tener el dinero para poder hacerlo, aunque comunicar para ti sea un hobby.
Y una vez que lo tienes montado, sin importar quien sea, te metes en el baile de tener que llamar la atención, pero sobre todo conseguir que quien te escucha, o ve, se quede el mayor tiempo, y que vuelva una y otra vez. Además si es posible, que le cuente a otros sobre ese contenido, y que el proyecto vaya creciendo.
Es un gran curro el que se necesita para ver florecer cualquier propuesta, y que tenga mas o menos éxito. Y para esa tarea, cada uno emplea las armas que cree convenientes, y necesarias.
Pero si hay algo común hoy en casi todo los casos, es la velocidad a la que se entregan eso contenidos, y sobre todo a la que se transmiten, y lo digo en el sentido mas básico de la comunicación humana, el habla.
Desde hace bastante tiempo, es normal encontrarse audios o vídeos en lo que no se deja un solo segundo sin que ocurra algo. No hay tiempo ni para respirar, incluyendo a quien se expresa en cada caso, porque -a criterio de quien edita-, se quitan incluso las respiraciones, o cualquier espacio “prescindible”.
Algunos afirman rotundamente que es la forma de no perder la atención del consumidor, esa que estudios varios, arrojan que cada vez es menor, y ya no somos capaces de retener casi nada.
Datos científicos dicen que el coeficiente intelectual viene bajando -creo desde los 90s-, y seguramente no estamos haciendo nada para cambiarlo. La tendencia viene siendo contenidos cortos y a mayor velocidad, porque no se da abasto para ver y escuchar todo lo que se ofrece.
La realidad es que hemos entrado en un círculo vicioso, en el que cada vez vamos mas rápido, pero al mismo tiempo somos mas lentos respecto a nuestras necesidades. Estamos inmersos en una especie de desesperación que va en aumento, un cóctel de emociones, insatisfacciones, y procesos mentales contaminantes, surgidos a partir de esos contenidos que se van consumido.
En resumen, que nada ayuda a la salud mental, y he leído palabras de algún catedrático, diciendo que los niveles de la enseñanza se vienen bajando desde hace tiempo, porque los alumnos no dan la talla. Y decía que si se pidiera hoy aprobar con la misma exigencia que hace algunas décadas, los suspensos serían de una magnitud descomunal.
La triste realidad es que los jóvenes -y no tan jóvenes-, ya no parecen ser capaces ni de atender, ni de entender, pensar o razonar, como hace algún tiempo. Y todo esto nos lleva por un camino acelerado a un mundo “idiotizado”, del que ya hay verdaderos referentes, cuando no reyes.
Pero volviendo a la velocidad y la comunicación, sabemos perfectamente que la radio en vivo o la TV aun hoy tienen unas estructuras bastante rígidas, con conexiones locales o regionales, y demás cuestiones que hacen que en determinados momentos, muchas veces un locutor o sus colaboradores, tengan que apretar el acelerador, o incluso el freno, de forma de cumplir los horarios fijados. Lo que no se entiende es que en contenidos que no son en vivo, muchas veces se vaya a velocidades absolutamente innecesarias, con los perjuicios que eso implica: equivocaciones, prisas que no permiten buena dicción, o redondear ideas, y demás.
Desde mi punto de vista, las pausas e incluso en ocasiones las respiraciones, son parte fundamental en el puzzle de la comunicación. Considero que los silencios, muchas veces dicen mas que el lenguaje verbal, y son necesarios para procesar y entender el mensaje. Y del mismo modo que los gestos transmiten muchas cosas cuando se está frente a alguien que está diciendo algo, en el caso del audio, el tono de voz, ritmo, y los silencios durante una locución, son parte de la “orquesta de la voz” de quien se está expresado con palabras. Por tanto, me parece un desperdicio desaprovechar -por ejemplo en el formato podcast- una de las grandes ventajas que nos brinda, justamente la posibilidad tomarnos el tiempo necesario para comunicar algo, de forma clara y sin prisas.
Pero como siempre, esta es solo una opinión, y obviamente cada uno tiene la suya, por lo que si quieres compartirla, estaré encantado de conocerla.
Y hasta aquí el Bitácora Mental de hoy, gracias por tu tiempo al leer o escuchar este contenido, y te espero en el próximo.
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