Uno promete descentralización con estilo Silicon Valley.
El otro ya lo hace, pero sin inversores glamorosos ni hype mediático.
Ambos dicen que eres libre… siempre que entiendas cómo funciona el protocolo.
#algoritmo #Fediverso
Las guerras silenciadas por el algoritmo | vía #CIPERChile
#007: Parlant amb els algorismes.
És nostre el temps que dediquem a les nostres relacions per Internet?
Nova entrada de blog per traure'm del cap un tema al que no puc parar de donar-li voltes i dedicar temps, primer de forma inconscient i ara de forma més conscient.
https://enriqueam.xyz/blog/007-parlant-amb-els-algorismes.html
#EntradaDeBlog #valencià #escriptura #blog #algorismes #algorismos #algorithms #algorisme #algoritmo #algorithm
¿Qué sostiene hoy el orden? No la autoridad, ni la fuerza, ni el mito, ni la tradición. Lo sostiene el ser. La subjetividad dolida, ansiosa, extenuada… pero aferrada a lo que tiene.
El neoliberalismo actual, como venimos observando, no se impone desde afuera ni necesita reprimir de la manera clásica (aunque también lo hace). Se aloja adentro. Solo necesita que deseemos lo que tenemos miedo de perder.
Ese es el nuevo núcleo de la sujeción: no el castigo, sino el temor al vacío. El miedo a no tener. El miedo a no pertenecer, a no ser, a quedar fuera de todo: del consumo, del relato, del afecto, del reconocimiento.
1. Deseo y temor, babyEn las sociedades contemporáneas, buena parte de los modos de vida están atravesados por una ansiedad estructural. No se trata simplemente de una experiencia psíquica individual, sino de un modo de subjetivación funcional al sistema: una subjetividad que desea lo que no tiene, se angustia por perder lo que tiene, y se autoevalúa constantemente con la ilusión de poder controlarlo todo.
Este estado de alerta permanente tiene raíces materiales. La precarización del trabajo, la volatilidad del ingreso y la sobreexposición digital configuran un escenario donde el “fracaso” no es una posibilidad, sino una certeza diferida. La promesa de estabilidad ha sido remplazada por un imperativo de adaptación constante, y esa mutación se vive como responsabilidad individual. La ansiedad no es una patología del sistema, sino una de sus formas de reproducción más eficaces.
Esta subjetividad ansiosa suele estar también endeudada, no solo económicamente, sino simbólicamente. El crédito —financiero o moral— se convierte en el modo de acceso a bienes, vínculos, prestigio, reconocimiento. Ser alguien es, cada vez más, ser alguien que “debe”: debe tiempo, atención, gratitud, productividad. La deuda no solo vincula con el capital, sino también con los otros. Se espera de nosotros no solo que consumamos, sino que rindamos emocionalmente.
En paralelo, crece la fragmentación identitaria. La cultura del rendimiento, sostenida por plataformas y métricas visibles, promueve una versión de la subjetividad entendida como marca personal: flexible, negociable, monetizable. El “yo” ya no es una interioridad a explorar, sino un producto que debe ofrecerse, probarse, validarse. Y en esa lógica, lo colectivo deja de tener sentido. La política se vuelve ajena, incluso amenazante. Lo común se diluye en la competencia entre ansiedades.
Así se constituye una forma de vida que añora lo que no tiene —una versión idealizada de sí, una plenitud prometida, un orden que nunca existió—, y teme perder lo que tiene —un mínimo de estabilidad, una identidad precaria, un lazo tenue—. Esta tensión se traduce en malestar, pero no en acción. El malestar se privatiza, y la desafección política se intensifica. La subjetividad neoliberal no es simplemente pasiva: es funcional. Y por eso, no basta con señalar sus síntomas. Hay que entender cómo se produce, se normaliza, y qué tipo de mundo hace posible.
Continuación / Texto completo:
https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-v-%c2%b7/
Parte IV:
https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-iv-%c2%b7/
Parte III:
https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-iii-%c2%b7/
Parte II:
https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-ii-%c2%b7/
Parte I:
https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion/
#Filosofía #Política #Capitalismo #Neoliberalismo #Algoritmo #TheMatrix
Hasta aquí, hemos venido describiendo no solo un paisaje teórico sino la atmósfera emocional y cultural en la que respiramos todos los días.
Empezamos hablando de la verdad y de cómo su desplazamiento dejó un vacío que fue ocupado por la emoción. No porque la gente “crea cualquier cosa”, sino porque lo que hoy da sentido a lo real ya no es su veracidad, sino su capacidad de afectarnos.
Luego vimos cómo esa emocionalidad se convirtió en materia prima para reorganizar la política, la economía y la subjetividad. Ya no se trata de controlar desde arriba, sino de cultivar desde adentro. De producir seres que, al sentir que el mundo es suyo, acepten que también lo es su dolor.
Y así llegamos al corazón del nuevo dispositivo: un sistema que nos hace producir más mientras creemos que somos más libres, que extrae valor de nuestros cuerpos, pero sobre todo de nuestras emociones, nuestros miedos, nuestras aspiraciones. Que convierte cada elemento de la experiencia humana —el deseo, la ansiedad, la autoimagen, la búsqueda de sentido— en energía útil para sostener su propio orden.
Lo que sentimos organiza lo que creemos. Y lo que creemos define quiénes somos. Pero cuando esas creencias son diseñadas, mediadas, dirigidas, retroalimentadas por tecnologías invisibles y discursos aparentemente neutros, ¿seguimos siendo nosotros quienes sentimos?
Ese es el nudo que nos queda por desarmar. Cómo se organiza hoy ese mundo emocional que vivimos como propio. Y qué fuerzas lo moldean sin que lo notemos.
1. Ficciones organizadorasToda organización social necesita una narrativa que le dé sentido. Un principio de legitimidad, una forma de explicar por qué las cosas son como son y no de otra manera. A lo largo de los siglos, ese principio fue cambiando: primero se llamó “Dios”, luego “la razón”, después “la voluntad del pueblo”.
Hoy, ese lugar está ocupado por entidades abstractas que no tienen rostro ni responsabilidad, pero que organizan nuestras vidas como si fueran leyes naturales: el algoritmo, el dato y el mercado.
Lo que tienen en común no es solo su pretensión de neutralidad. Es que todos ellos sustituyen la acción colectiva por procesos automáticos. Y al hacerlo, producen un orden sin sujeto, una realidad sin autor, un mundo sin alternativas.
Se han vuelto las nuevas fuentes de verdad y autoridad en el capitalismo tardío. Pero no precisamente porque digan la verdad, sino porque hacen innecesario discutirla.
2. El arquitecto del deseo: el algoritmoSi en otros tiempos el deseo se forjaba en el cruce entre lo social y lo simbólico —la mirada del otro, la pertenencia, el ideal—, hoy ese lugar lo ocupa el algoritmo.
Ya no deseamos lo que deseamos. Deseamos lo que nos aparece.
El algoritmo dejó de ser solo un conjunto de instrucciones o reglas. Es una estructura de preferencia automatizada que se alimenta de nuestras elecciones para anticipar las próximas. Pero no se limita a predecirlas: las condiciona, las orienta, las fabrica. Y lo hace con una eficacia que no proviene de la represión, sino del refuerzo.
Cada clic que hacemos, cada scroll, cada reproducción, cada segundo de atención, cada pausa, cada reacción: todo se transforma en insumo para calibrar lo que veremos después. Y lo que veremos después será más afín a lo que ya vimos. Más agradable. Más ajustado. Más adictivo.
El algoritmo no organiza la diversidad, la reduce. Filtra el mundo hasta que se vuelve una extensión amable de nuestras certezas y sensibilidades. Y en ese mundo, donde solo aparece lo que confirma, lo que emociona, lo que atrae, la posibilidad de desear otra cosa se desvanece.
Ya no elegimos lo que buscamos. Buscamos lo que nos ofrecen. Y con eso construimos nuestra identidad, nuestras creencias, nuestros vínculos.
Pero el algoritmo no “controla nuestras vidas”, simplemente nos ofrece una ilusión perfecta de espontaneidad. Y esa ilusión es suficiente. Porque mientras sintamos que seguimos siendo nosotros los que decidimos, nadie va a reclamar contra lo que en realidad está eligiendo por nosotros.
El algoritmo no censura, invisibiliza. Y en esa operación silenciosa —qué aparece y qué no, a quién ves y a quién no, qué se vuelve tendencia y qué se hunde en la irrelevancia—, se juega una nueva forma de poder: el poder de organizar el deseo desde abajo, desde la experiencia cotidiana, desde la inmediatez del tacto y la emoción.
Continuación / Texto completo: https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-iv-%c2%b7/
Parte III: https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-iii-%c2%b7/
Parte II: https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion-%c2%b7-ii-%c2%b7/
Parte I: https://agora.uy/la-clave-es-la-ficcion/
#Filosofía #Política #Capitalismo #Neoliberalismo #Algoritmo #TheMatrix