A Senda le gustaba bañarse en el mar. No es nada raro, siendo un perro de aguas. Y puede que suene divertido pero en realidad era un engorro, porque después había que bañarla, pero es algo que a mí me hizo mucha gracia y me sorprendió mucho cuando mi mujer me lo contó la primera vez.

Y tengo que confesarlo: yo soy el típico al que no le gustaban los perros. (Sigue)👇

Solía meterme con ellos siempre a favor de los gatos, que consideraba mucho más elegantes e inteligentes. Así que cuando me tocó vivir con Senda, sí o sí, porque iba en el mismo pack cuando me fui a vivir con Ana, lo hice con algo de resquemor, desconociendo muchas cosas sobre ellos y siempre poniéndome nervioso si Senda ponía las patas en mi almohada, cosa que le gustaba hacer. Mucho.

Como cambian las cosas.

Senda ya llevaba ocho años en la vida de mi mujer cuando entró en la mía, aunque mi primer contacto con ella -con Senda, a Ana la conocí en la universidad hace 25 años- fue cuando todavía era un cachorro que le ponía de los nervios intentando escaparse del parque.
Y un día, paseando por ese mismo parque donde ahora bajamos a nuestras hijas cada tarde, me las encontré. Es gracioso, porque cuando me dijo como se llamaba la perra le pregunté "¿Anda, como la canción de Héroes?", y teniendo en cuenta que sí, era por eso y que no, casi nadie lo había adivinado antes, en cierto modo, aquella peludilla fue la que me hizo ganar los primeros puntos con Ana.
Los últimos años Senda ya era un animalejo mucho más tranquilo. Sobre todo quería comer, dormir a gustito y que le rascaran la cabeza. Y ponerlo todo perdido en el baño cuando la bañaba (la última vez fue hace dos semanas). Y robarle comida a las niñas. Aunque tenemos un vídeo donde Claudia, con solo dos años, es quien se come un trozo de pienso de Senda, ante nuestros gritos sorprendidos y divertidos.
A Claudia le hemos tenido que explicar hoy que se despidiera de Senda porque estaba muy malita y teníamos que llevarla a dormir. Le ha dado pena, pero preferiamos decírselo claramente. Y creemos que lo ha entendido, aunque luego se ha ido a pasar el día a la playa con sus tíos y no se habrá acordado mucho. Paula me da algo de penilla, porque con año y medio no se va a acordar de ella.

Pero un día les diré, a las dos, que tuvieron la suerte de convivir y compartir ratitos de juego con uno de los seres más maravillosos que jamás he conocido.

Con una perrita con pinta de oveja y con un corazón enorme, buena y sensible, cariñosa y a veces un poco señora digna, sobre todo en sus últimos años, pero sin duda, uno de esos seres que hace el mundo mejor.

Que siempre hacía de pastor con su rebaño si nos separábamos de más por el parque.

Y al que hoy hemos acompañado a descansar, porque estaba muy malita y lo necesitaba. Pero ojalá tuviera que volver a gritarle que no le cogiera galletas a las niñas, o que no me robara el filete, o tener que volver a limpiar todo el baño de arriba abajo tras bañarla a ella.

Ojalá.

Y lo digo yo, que iba de listo y decía que no me gustaban los perros.

@LaHistorietaMusical mucho ánimo y un abrazo grande ❤️