Principios del siglo XX. Sur de la India.
Srinivasa Ramanujan no tenía una educación matemática “oficial” al nivel universitario europeo. No tenía laboratorio, no tenía biblioteca seria, no tenía colegas con quién discutir. Tenía cuadernos llenos de fórmulas… muchas de las cuales nadie había visto antes.
Vivía prácticamente al límite: salud frágil, hambre, trabajos pequeños para sobrevivir. Pero su mente corría siglos adelante.
En 1913, decidió hacer algo que hoy suena casi imposible: le escribió una carta a un matemático famoso en Inglaterra, G. H. Hardy, en Cambridge. Dentro de la carta metió páginas con teoremas, identidades, series infinitas… sin demostración formal, solo resultados.
Hardy al principio pensó: “Esto puede ser fraude”.
Pero empezó a leer más despacio.
Y se asustó.
Había resultados tan profundos sobre teoría de números y series infinitas que Hardy —uno de los mejores matemáticos vivos en ese momento— dijo luego que, al ver esa carta, sintió que estaba mirando la obra de un genio del nivel más alto posible.
Cuando Ramanujan llegó, ya traía en la cabeza ideas sobre funciones elípticas, particiones de números, aproximaciones al número π con una velocidad brutal. Algunas de sus fórmulas siguen siendo usadas hoy en teoría de números y física teórica.
Aquí viene un detalle humano que se cuenta de esa época:
Hardy, visitando a Ramanujan enfermo en el hospital, trató de hacer plática ligera y le dijo:
—“Vine en el taxi 1729. Es un número aburrido.”
Ramanujan respondió de inmediato:
—”¡No, 1729 es muy interesante! Es el número más pequeño que puede escribirse como suma de dos cubos de dos maneras diferentes:
1729 = 1³ + 12³ = 9³ + 10³.”
Eso era su mente: veía estructura donde otros veían un número cualquiera.
Ramanujan murió muy joven, 32 años. Pero dejó cuadernos llenos de resultados que los matemáticos aún siguen explorando. #socialmedia #socialmediachanel #skypilot #logos
Srinivasa Ramanujan no tenía una educación matemática “oficial” al nivel universitario europeo. No tenía laboratorio, no tenía biblioteca seria, no tenía colegas con quién discutir. Tenía cuadernos llenos de fórmulas… muchas de las cuales nadie había visto antes.
Vivía prácticamente al límite: salud frágil, hambre, trabajos pequeños para sobrevivir. Pero su mente corría siglos adelante.
En 1913, decidió hacer algo que hoy suena casi imposible: le escribió una carta a un matemático famoso en Inglaterra, G. H. Hardy, en Cambridge. Dentro de la carta metió páginas con teoremas, identidades, series infinitas… sin demostración formal, solo resultados.
Hardy al principio pensó: “Esto puede ser fraude”.
Pero empezó a leer más despacio.
Y se asustó.
Había resultados tan profundos sobre teoría de números y series infinitas que Hardy —uno de los mejores matemáticos vivos en ese momento— dijo luego que, al ver esa carta, sintió que estaba mirando la obra de un genio del nivel más alto posible.
Cuando Ramanujan llegó, ya traía en la cabeza ideas sobre funciones elípticas, particiones de números, aproximaciones al número π con una velocidad brutal. Algunas de sus fórmulas siguen siendo usadas hoy en teoría de números y física teórica.
Aquí viene un detalle humano que se cuenta de esa época:
Hardy, visitando a Ramanujan enfermo en el hospital, trató de hacer plática ligera y le dijo:
—“Vine en el taxi 1729. Es un número aburrido.”
Ramanujan respondió de inmediato:
—”¡No, 1729 es muy interesante! Es el número más pequeño que puede escribirse como suma de dos cubos de dos maneras diferentes:
1729 = 1³ + 12³ = 9³ + 10³.”
Eso era su mente: veía estructura donde otros veían un número cualquiera.
Ramanujan murió muy joven, 32 años. Pero dejó cuadernos llenos de resultados que los matemáticos aún siguen explorando. #socialmedia #socialmediachanel #skypilot #logos
